Una mezcla muy potente de thriller con novela histórica. Pero, como le leí hace un tiempo a Santiago Roncagliolo en una entrevista en La Tercera, este libro es, sobre todo, el mejor reflejo del gusto del autor, quien aseguró que trataba de escribir historias inquietantes y perturbadoras.
En “El año en que nació el demonio”, el autor limeño nos traslada al Perú colonial, de esclavos, virreyes y conformación de una nación. Pero también nos provoca a través de lo sobrenatural: brujas, santas y hechizos. Todo en un cóctel explosivo, que suma a la corrupción y al crimen en la receta.
Roncagliolo ha mencionado que el relato parte de un suceso basado en un hecho real: en una noche colonial de 1623, nace el demonio en un monasterio de Lima. El alguacil de la inquisición Alonso Morales asiste al hecho sobrenatural: una monja da luz a un ser de dos cuerpos y dos cabezas. Lo que en la mirada actual podríamos asumir que fueron siameses, se transforma en una obra del demonio para la joven capital de Perú.
Es el punto de partida para un cuadro histórico tan lleno de aventuras como de intriga policial. Un cuadro que además ostenta entre sus protagonistas a personajes históricos, como el Virrey y príncipe de Esquilache; o a Santa Rosa de Lima.
Destaca otro aspecto muy actual: entre la corrupción y la superstición de la época, el autor de Pudor nos muestra también el fanatismo de la época. La inquisición campea, la oscuridad abunda y la diversidad social, racial o cultural, es perseguida en cada esquina, en cada decisión que la cerrada y constreñida sociedad de la época toma.
La novela podría ser el mejor ejemplo para dejarnos con la máxima del escritor Charles Baudelaire rondando nuestra cabeza. Aquella que dice que “el mayor truco del diablo es hacernos creer que no existe”. Pero Roncagliolo logra, con un muy buen relato, convencernos de que el diablo no está en el ser de dos cabezas y dos cuerpos, sino en una ciudad colonial siniestra, corrupta y malvada, preocupada y temerosa de dios, pero más aún del demonio.