La primera novela escrita por una chilena

 “Alberto el jugador” es la primera novela escrita por una mujer en Chile: Rosario Orrego.

En el Día de la Mujer, es nuevamente oportuno destacar el maravilloso trabajo recopilatorio y de rescate que realiza el sitio Memoria Chilena, en donde usted puede encontrar no solo comentarios sobre la autora y su escrito, sino que puede descargar o leer en línea la novela escrita en 1860 y publicada en la Revista del Pacífico: https://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-69751.html . Efectivamente, al igual que Dumas, Dickens o Víctor Hugo, autores chilenos y chilenas de la época publicaron sus obras bajo el sistema de novela de entregas, también llamado folletines, que consistían en narraciones que aparecían en forma regular en periódicos o revistas literarias de la época.

La obra es considerada, como indica su misma portada, una novela de costumbres y es firmada por Orrego con uno de sus seudónimos literarios: Una madre.

Es una muy buena representación de un Santiago que se fue, de sus costumbres, trazado y arquitectura que el tiempo ha variado. Se trata de una ciudad en la cual “El reloj de la iglesia dé la Compañía daba las ocho y el sereno, atalaya de la noche, la anunciaba a los alegres paseantes con su relijiosa cantinela ´Ave Maria Purísima!´”. Es decir, se trata de una ciudad en que la Iglesia de la Compañía aún no sufría el gigantesco incendio que la consumiría 3 años después; en que aún pasaba el sereno dando la hora; y en que muchas palabras conservaban la letra J en vez de la g, o en las cuales la letra X no existía.

Se trata de un Chile 50 años después de la Primera Junta de Gobierno -la edad que nos separa hoy del Golpe de Estado-, lo cual muestra un recuerdo aún fresco de aquellos días. “Venido a Chile en 1810 con el Sr. D. Gregorio Gómez, asociado a la comisión estraoficial que el gobierno independíente de Buenos Aires enviaba a los patriotas chilenos para preparar aquí la revolución, fui preso por el gobierno de Marcó y estuve a punto, como el Sr. Gómez, de ser fusilado. Término glorioso habría sido, a tan atrevida empresa. Mas tarde me enrolé en el ejercito de D. José Miguel Carrera, que hizo la gran campaña de 1811 a 1814. Seguí después la suerte de mi jefe, a quien profesaba una ciega admiración y amistad, trasportándome con él a la otra banda, después de la fatal jornada de Rancagua. Alli, fiel y dicidido, lo acompañé en todas sus desgraciadas pero gloriosas aventuras hasta dejarlo en Mendoza, en las gradas del patíbulo” relata -textualmente- uno de sus protagonistas.

Por otro lado, “Alberto el jugador” es en esencia un fuerte alegato desde el realismo literario -tendencia literaria de la época- contra la ludopatía, destacando el rol de la mujer en la familia, no como un mero adorno romántico de las novelas de romance, sino como un símbolo de tierna fortaleza, de abnegación y de resiliencia.

Es muy difícil leer en las novelas de aquel entonces un argumento de las características feministas como el que acostumbra la sociedad del siglo XXI. Sin embargo, se detecta en la narrativa de Rosario Orrego una fuerte crítica hacia el papel de determinados hombres por su irresponsabilidad; y, por supuesto, se detecta en el relato de fondo la indefensión en que puede quedar una familia y una mujer debido a la inexistencia de una educación formal que le permita salir de la pobreza que acarrea situaciones como la que ocurre a las protagonistas. Una idea que Orrego desarrollaría posteriormente.

“Alberto el jugador” es, en síntesis, una novela de época que permite retrotraerse 180 años en nuestra propia sociedad y observar en este espejo contextual que es la literatura el papel que la mujer jugaba en ella. Una muy buena lectura para este 8 de marzo, al alcance de todos, gracias a Memoria Chilena.

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